Día 2 – Turismo en San Francisco

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Nos levantamos pronto, tónica ésta que mantendríamos durante todo el viaje... y que me valió más de una crítica por sacarlos excesivamente temprano de la cama. Tras un desayuno en las inmediaciones, puntualizar que en los Estados Unidos si algo no constituye nunca dificultad es el encontrar un lugar donde llenar el buche, en el que aprovechamos para consensuar la ruta del día, nos pusimos en marcha rumbo a Chinatown.
La entrada a esta emblemática zona de la ciudad la realizamos por la conocida Chinatown Gateway, localizada en Grant Ave con Bush. Se trata de una puerta diseño de 1970 de Clayton Lee, inspirada en las puertas ceremoniales de entrada a los poblados chinos. Toda ella en cerámica vidriada, está custodiada por dos leones de piedra que amamantan a sus cachorros. Tras ella, se encuentran multitud de negocios regentados por chinos, restaurantes y bazares en su mayoría. La ornamentación de las calles en esta zona deja constancia inequívoca de ello.
Sin hacer mayor reparo, continuamos deambulando por las empinadas calles rumbo al corazón económico de la ciudad, el Financial District. En este sentido, destacar que nuestro modo de hacer turismo es más contextual que no de profundización, o dicho más llanamente, preferimos pasear por la ciudad y ver más o menos todo, que no ir parando y entrando en todos y cada una de los puntos susceptibles de ser visitados.
De esta guisa, pasamos al pie de diferentes edificios de la ciudad: Pacific Coast Stock Exchange, The Bank of California, Wells Fargo History Museum, etc. Destacando entre todos a la Transamerica Pyramid, el rascacielos más alto de la ciudad con sus 260 m. de altura. Sus últimos 64 m. son huecos, siendo su función meramente decorativa. Por la noche, la aguja se ilumina desde dentro lanzando un refulgente destello amarillo.
Una vez ya en la Justin Herman Plaza, aprovechamos para descansar un rato, punto éste en el que se encuentan la Vaillancourt Fountain (seca por limpieza cuando fuimos nosotros), el Embarcadero Center, y ya en la orilla de la bahía, el Ferry Building.
En las inmediaciones del Ferry hay varios pequeños muelles desde los que disfrutar tanto de unas buenas vistas del edificio en sí, como de la bahía, y del Puente de Oakland, que aunque menos conocido que el Golden Gate, resulta igualmente espectacular.
Seguidamente anduvimos a lo largo de la ribera en dirección al muelle 39, lo que supuso pasar por todos y cada uno de los embarcaderos precedentes, trámite éste en el que nos topamos con el muelle desde el que parten las visitas a la isla de Alcatraz.
El referido Pier 39 se trata de un muelle que data de 1905, y que fue remozado en 1978 para semejar un pueblo de pescadores. En él son numerosas las tiendas para turistas, habida cuenta de la animación a cargo de los artistas callejeros.
En adición, señalar que allí mismo se localizan también las colonias de leones marinos que descansan al sol, y que constituyen por sí solos con su presencia y gritos un espectáculo digno de ver.
Continuando con nuestra ruta acto seguido llegamos al luminoso del Fisherm's Warf, enclave donde se localizan los restaurantes especializados en marisco, así como múltiples tiendas, museos y atracciones.
Nuestro siguiente objetivo supuso ascender por la empinada Hyde Street. Las vistas de la bahía y de la isla de Alcatraz que en el transcurso de la caminata se disfrutan, compensan sobradamente la sudada. Además, el paseo es amenizado por un continuo ir y venir de tranvías, así hasta llegar a la que tiene fama de ser la calle más fotografiada del mundo, la sinuosa Lombard Street.
Desde allí pusimos rumbo a Grace Cathedral, edificio éste que pese a su moderna construcción, está inspirado en la catedral de Notre Dame de París. Se trata del primer templo episcopal de la ciudad. Diseñada por Lewis P. Hobart, su construcción se inició en 1928 y no se terminó hasta 1964.
Exhaustos por semejante pateada, pusimos rumbo al hotel, en el que tras darnos un mínimo descanso de media hora, decidimos no esperar al día siguiente, coger el coche e ir a visitar el Golden Gate. Como asistencia a nuestros desplazamientos utilizábamos GPS particular, lo cual suponía pérdidas y un notable ahorro de tiempo. Cruzar la bahía por el que en broma llamábamos el puente de Mapfre, cuesta un peaje de 6 $ por coche (http://goldengatebridge.org), pero ni que decir tiene que merece la pena.
Tal cual pasamos el puente nos introdujimos en el parador que hay inmediatamente a la izquierda. Desde el mirador se puede disfrutar de unas increíbles vistas del Golden Gate, de la bahía y de San Francisco. Además, desde ahí se puede acceder andando con facilidad a la zona peatonal del puente. Así mismo, desde el susodicho mirador pudimos ver que abajo había un residencial con un pequeño embarcadero, circunstancia que nos motivó a bajar con el coche con ánimo de poder hacer una mejor foto del puente, decisión que fue todo un acierto, pues se gana ángulo y se puede fotografiar esta obra de ingeniería en todo su esplendor.
Finalmente, y aprovechando que nos encontrábamos al otro lado de la bahía nos dirigimos hacia Sausalito, antiguo y pintoresco pueblo de pescadores al que llegamos ya atardeciendo y por el que hicimos poco más que dar un breve paseo y tomar una cerveza. El pueblo está bien, pero tampoco tiene nada que lo haga especialmente reseñable, máxime en comparación con el resto de San Francisco.
Una vez en el hotel, decidimos poner el broche al día yendo a cenar a Chinatown. Nos metimos en un restaurante, obviamente chino, y elegimos el típico menú en función del número de comensales. La comida no es exactamente igual que la que se ofrece en este tipo de restaurantes en España, pero las diferencias tampoco son notables. Destacar que al final nos dieron las típicas galletas de la suerte.

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