Día 11 - Inicio - Día 13
Para no variar, procedimos con la ya nuestra habitual rutina matinal, que esta vez nos costó un poco más dado que decidimos empezar a ordenar algunas de las cosas que habíamos comprado de cara a tirar embalajes y economizar espacio.
En otro orden, señalar que aunque no lo visitamos, San Diego destaca entre su oferta turística el Balboa Park y el zoo de San Diego, así como el Sea World.
Hecho este inciso, siguiendo con el hilo del diario de viaje... una vez puestos en marcha, nos dirigimos hacia Santa Mónica, localidad subsumida en la metrópolis de Los Ángeles en la que habíamos reservado nuestro motel.
La ciudad de Los Ángeles es algo descomunal, monstruoso. La urbe es atravesada por multitud de autopistas, a cual con más número de carriles, y todas ellas, como es habitual en los Estados Unidos, con una abundante corriente circulatoria. Una vez accedes al casco urbano en sí, es empezar y no acabar, kilómetros y kilómetros de autopista dentro de una ciudad.
Tal cual llegamos a Santa Mónica y tras hacer el chek-in en el motel, nos fuimos a comer, rato éste que aprovechamos además de para cargar las pilas, para decidir que hacíamos por la tarde.
En primera instancia nos acercamos a la playa de Santa Mónica, que es tal cual se veía en la serie de Los vigilantes de la playa. Una costa interminable, los archiconocidos puestos de vigilancia y el famoso Santa Mónica Pier, al cual regresaríamos por la noche dando un paseo.
De ahí fuimos, nuevamente en coche, a Hollywood. Sin mayor atención, pues creimos sobre la marcha que no la merece, recorrimos sin apearnos en momento alguno Sunset Boulevard, en el cual se ubican distintos locales y edificios que se supone en principio son de referencia, pero que a nuestro juicio no tienen nada de especial. Por no dejarlos sin citar, recurriré a la estupenda guía de viaje de la que hicimos uso y que en la introducción se cita, en la cual son referenciados en un sencillo croquis: Rainbow Bar & Grill, El Roxy, The Viper Room, El original Spago, Sunset Plaza, Hotel Mondrian, The Comedy Store, Hyatt Hotel, House of Blues, Argyle Hotel, Carbo Cantina, El Trocadero, Myagi's, Chatau Marmont, Schwab's, Director's Guidl of America. A&M Records, Hollywood High School, Crossroads of the World, The Cat and Fiddle, Hollywood Athletic Club, ArcLight Cinerama Dome, Sunset Boulevard Theatre, Hollywood Palladium, CBS Estudios, Gower Gulch, Warner Bros Studio.
Tras recorrer esta conocida calle, nos dirigimos hacia Hollywood Boulevard, lugar en cuyas inmediaciones estacionamos y que visitamos dando un paseo. En primera instancia paseamos por el Walk of Fame, calle aceras las cuales están enlosadas con estrellas de mármol que rememoran celebridades del cine, la radio, la televisión y la música. La zona se encuentra algo degradada, y en ella abundan bazares, tiendas de souvenirs y tiendas de disfraces. Así mismo, no será difícil ver homeless, músicos callejeros e incluso señoritas de oficio pecaminoso.
En lo que al popular letrero de Hollywood, es visible a lo lejos desde el Paseo de la Fama. No es posible acceder hasta él puesto que no hay camino autorizado al efecto.
Seguidamente, previo paso ante el Kodak Theatre, lugar que desde su apertura en 2001 ha sido sede de la Ceremonia de la entrega de premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, o sea, de la entrega de los Oscars, nos acercamos hasta las inmediaciones del Mann's Chinese Theatre, punto de interés éste en cuyo patio se encuentran las huellas de pies y manos y firmas de las estrellas de cine. Lamentablemente nosotros no pudimos verlas, pues ese día había el estreno de una película y no se permitía el acceso. Por cierto, señalar que los fans que se ven a los lados de las clásicas alfombras rojas por las que acceden los famosos, de forzosa necesidad son personal autorizado, pues ni siquiera permitían el aproximarse.
Por la noche, de nuevo en Santa Mónica, dimos un paseo por el Pier al que la localidad da nombre, y una vez ya en el paseo, el cual Diego parecía conocer de memoria a raíz de un juego de la PlayStation, buscando un sitio para cenar, accedimos a una animada zona peatonal con una amplia oferta hostelera. Sin más dilación, volvimos al motel, a la mañana siguiente cumpliríamos el sueño de todo niño, ir a Disneyland.
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Para no variar, procedimos con la ya nuestra habitual rutina matinal, que esta vez nos costó un poco más dado que decidimos empezar a ordenar algunas de las cosas que habíamos comprado de cara a tirar embalajes y economizar espacio.
En otro orden, señalar que aunque no lo visitamos, San Diego destaca entre su oferta turística el Balboa Park y el zoo de San Diego, así como el Sea World.
Hecho este inciso, siguiendo con el hilo del diario de viaje... una vez puestos en marcha, nos dirigimos hacia Santa Mónica, localidad subsumida en la metrópolis de Los Ángeles en la que habíamos reservado nuestro motel.
La ciudad de Los Ángeles es algo descomunal, monstruoso. La urbe es atravesada por multitud de autopistas, a cual con más número de carriles, y todas ellas, como es habitual en los Estados Unidos, con una abundante corriente circulatoria. Una vez accedes al casco urbano en sí, es empezar y no acabar, kilómetros y kilómetros de autopista dentro de una ciudad.
Tal cual llegamos a Santa Mónica y tras hacer el chek-in en el motel, nos fuimos a comer, rato éste que aprovechamos además de para cargar las pilas, para decidir que hacíamos por la tarde.
En primera instancia nos acercamos a la playa de Santa Mónica, que es tal cual se veía en la serie de Los vigilantes de la playa. Una costa interminable, los archiconocidos puestos de vigilancia y el famoso Santa Mónica Pier, al cual regresaríamos por la noche dando un paseo.
De ahí fuimos, nuevamente en coche, a Hollywood. Sin mayor atención, pues creimos sobre la marcha que no la merece, recorrimos sin apearnos en momento alguno Sunset Boulevard, en el cual se ubican distintos locales y edificios que se supone en principio son de referencia, pero que a nuestro juicio no tienen nada de especial. Por no dejarlos sin citar, recurriré a la estupenda guía de viaje de la que hicimos uso y que en la introducción se cita, en la cual son referenciados en un sencillo croquis: Rainbow Bar & Grill, El Roxy, The Viper Room, El original Spago, Sunset Plaza, Hotel Mondrian, The Comedy Store, Hyatt Hotel, House of Blues, Argyle Hotel, Carbo Cantina, El Trocadero, Myagi's, Chatau Marmont, Schwab's, Director's Guidl of America. A&M Records, Hollywood High School, Crossroads of the World, The Cat and Fiddle, Hollywood Athletic Club, ArcLight Cinerama Dome, Sunset Boulevard Theatre, Hollywood Palladium, CBS Estudios, Gower Gulch, Warner Bros Studio.
Tras recorrer esta conocida calle, nos dirigimos hacia Hollywood Boulevard, lugar en cuyas inmediaciones estacionamos y que visitamos dando un paseo. En primera instancia paseamos por el Walk of Fame, calle aceras las cuales están enlosadas con estrellas de mármol que rememoran celebridades del cine, la radio, la televisión y la música. La zona se encuentra algo degradada, y en ella abundan bazares, tiendas de souvenirs y tiendas de disfraces. Así mismo, no será difícil ver homeless, músicos callejeros e incluso señoritas de oficio pecaminoso.
En lo que al popular letrero de Hollywood, es visible a lo lejos desde el Paseo de la Fama. No es posible acceder hasta él puesto que no hay camino autorizado al efecto.
Seguidamente, previo paso ante el Kodak Theatre, lugar que desde su apertura en 2001 ha sido sede de la Ceremonia de la entrega de premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, o sea, de la entrega de los Oscars, nos acercamos hasta las inmediaciones del Mann's Chinese Theatre, punto de interés éste en cuyo patio se encuentran las huellas de pies y manos y firmas de las estrellas de cine. Lamentablemente nosotros no pudimos verlas, pues ese día había el estreno de una película y no se permitía el acceso. Por cierto, señalar que los fans que se ven a los lados de las clásicas alfombras rojas por las que acceden los famosos, de forzosa necesidad son personal autorizado, pues ni siquiera permitían el aproximarse.
Por la noche, de nuevo en Santa Mónica, dimos un paseo por el Pier al que la localidad da nombre, y una vez ya en el paseo, el cual Diego parecía conocer de memoria a raíz de un juego de la PlayStation, buscando un sitio para cenar, accedimos a una animada zona peatonal con una amplia oferta hostelera. Sin más dilación, volvimos al motel, a la mañana siguiente cumpliríamos el sueño de todo niño, ir a Disneyland.
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