Carta de un procrastinador

Copiado literalmente del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española:

Procrastinar (Del latín procrastinare): Diferir, aplazar.

La procrastinación es pues, la acción de postergar actividades que se deben realizar, y sustituirlas por otras de menor importancia. Desde un punto de vista psicológico, y ya con matiz patológico, se entiende como un trastorno consistente en postergar sistemáticamente aquellas tareas que tenemos que hacer y sustituirlas por otras secundarias o prescindibles cuya ejecución resulta más cómoda y/o placentera.
Así mismo, y por extensión del concepto en un ámbito concreto, la comunidad cibernética ha puesto en boga la intercrastinación, cuyo significado sería el mismo que el de la referida procrastinación, si bien, puntualizando que las acciones menos importantes que remplazan la tarea principal serían las relacionadas con la red, es decir, visitar páginas web, consultar el correo, chatear…
Este fenómeno que pone de relevancia la condición de perezoso del ser humano, y es que, aunque cueste reconocerlo, el hombre es vago por naturaleza. El cuadro que subyace a la procrastinación se revela harto complejo, motivo por el cual, resulta imposible dar la fórmula maravillosa que ponga fin a este padecer.
Como rasgos claves que facilitan la aparición de una conducta procrastinadora, se pueden señalar la depresión, entre cuyos demoledores daños colaterales se encuentra la aparición de una pesadumbre y estado de letargo.
Otra circunstancia ligada es una excesiva confianza en las capacidades propias, podría derivar igualmente en un aplazamiento de los quehaceres, amparados en una subestimación del tiempo en consideración del nivel de autocompetencia, es decir, como soy muy capaz, tengo tiempo de sobra, así que ya trabajaré más tarde.
Por un contrario, cuando lo que nos está encomendado es muy difícil, o al menos así lo percibimos porque consideramos que no poseemos conocimiento o pericia suficiente, inconscientemente uno se autoconvence de que no va a poder abordar con éxito el trabajo, lo que genera una falta de interés. En similar línea se encontrarían los casos en los que detrás se encuentra un bajo nivel de tolerancia a la frustración. Así, la circunstancia de que el individuo presuponga que a la conclusión de su trabajo le sucederá una experiencia frustrante, se erige como un elemento favorecedor de pensamientos procrastinadores.
De similar manera, cuando una tarea es pesada, tediosa, y requiere cierto nivel de esfuerzo, tiempo, dedicación… pueden aparecer actitudes procrastinadoras.
En la figura del perfeccionista también se puede advertir la procrastinación, y es que, como consecuencia de la minuciosidad y el buenhacer, las labores se vuelven complejas y tediosas sobremanera, por lo que nuevamente pueden aparecer esa desligazón respecto a la prioridad de esa tarea sobre otras.
Cerrando la batería de argumentos, señalar que el miedo o antipatía hacia la persona para la que se desempeña la función, también puede generar desinterés en la misma.
Como ya refiriera al principio, las causas que puede haber detrás del procrastinador son muchas, argumento del que se desprende que es bien seguro que existan otras muchas razones que lleven a la procrastinación. Cito por ejemplo desmotivación, incertidumbre, ansiedad, estrés… respecto a las cuales habría mucho que matizar, e incluso, analizar en que términos se encuentran ligadas distintas causas entre sí.
El concepto clave de este trastorno es que el sujeto gestiona mal el tiempo. Acorde con esto, cabría diferenciar entre procrastinadores ligeros y severos, en función de en que medida “malemplean” su tiempo, y si a pesar de posponer la tarea, la acaban a tiempo y con corrección o no.
Conforme a la inherente condición perezosa del ser humano, me atrevería a aseverar que todos llevamos un pequeño procrastinador dentro. Con ello, ni mucho menos pretendo decir que todos somos víctimas del trastorno, sino todo lo contrario. Existe en la actualidad una marcada tendencia a etiquetar todo, lo que supone una magnificación de la situación que resulta a todas luces inconveniente y que conlleva una evidente influencia en el sujeto, terceros, y por extensión, en el entorno.
No por perder algo de tiempo se incurre en la procrastinación en términos de trastorno. En este sentido hay que destacar que todos necesitamos nuestros descansos y nuestros momentos, un tiempo para nosotros. En cualquier caso, ello no es óbice para que se intente optimizar el rendimiento, trámite para el cual la organización, la elaboración de un planing de trabajo, podría ser en principio una primera estrategia a aplicar, y posiblemente, la última.

Comentarios

José Miguel ha dicho que…
Pues aquí estamos, intercrastinando a estas horas ya tan tempraneras de la mañana. De todas maneras, por ahora no es que esté difiriendo ninguna actividad porque no tengo nada pendiente. Mi rutina intercrastrinadora va más o menos así: correo, prensa, blogs y otras páginas.
Yo por mi parte tengo buena dosis de procrastinación en mi vida diaria. Antes me obsesionaba con tener que hacer todo con la mayor diligencia posible. Ahora he descubierto que mucha ha de ser la procrastinación para que las cosas no vayan saliendo adelante.
Con respecto a un comentario de una entrada anterior, creo que la procrastinación es consecuencia directa de la desmotivación: ¿por qué hacer algo pesado si tampoco tengo una razón clara de por qué lo hago?
Perreti ha dicho que…
La desmotivación puede ser una causa concreta que origine procrastinación, ¡y muy importante!,pero no la única. Uno puede estar muy motivado para ponerse en forma y a tal fin, se planifica una "operación bikini", pero luego, nunca encuentra el momento para ponerse las zapatillas y echar a correr.
En cuánto a lo de por qué hacer algo si no se encuentra razón, pues a lo mejor ahí partimos de un error de base amigo José. Hay diferencia entre no encontrar una razón, y que la razón existe no sea válida para nosotros. En cualquier caso, no hacer por no hacer no es una buena técnica.
La actitud pasiva y desidiosa sólo genera más pasividad y más desidia. En términos más filosóficos, todos tenemos que encontrar en esta vida dos cosas, y ambas están altamente conectadas, tenemos que encontrar nuestro sitio en esta vida, y al mismo tiempo y aún más importante y difícil, tenemos que encontrarnos a nosotros mismos. Y créame si le digo que para encontrar hay que buscar. Haga, busque, cambie, equivóquese, reflexione, aprenda... en resumidas cuentas, siga avanzando y sintiéndose vivo.