Organización, clave del éxito

¿Por qué consiguen mayor rendimiento en la producción los países del norte de Europa siendo que sus salarios son más elevados? ¿Por qué no funciona la administración pública a pesar del elevado número de funcionarios existentes? ¿Por qué hay personas que parecen llegar a todo mientras otras apenas pueden compaginar su vida laboral y familiar?
Las primeras respuestas que al respecto llenan la boca de la mayoría siempre parecen ser las mismas: inoperancia, dejadez, ineptitud, incompetencia... Tal vez, estos factores aparezcan en casos particulares como influyentes en el bajo rendimiento, pero antes de nada, procede abordar un elemento primordial, la organización.
Por todos es bien conocido el potencial económico de los países nórdicos. Hete ahí sin más, la pregunta que abre la presente entrada. ¿Cómo es posible que incluso en cuestiones de producción sean eficaces que nosotros? Máxime si consideramos, que en la mayoría de ellos llevan lustros con la jornada laboral de 7 horas instaurada, sin perjuico de que sus salarios son más altos que los nuestros.
La cuestión es muy simple, su hacer está perfectamente organizado. Allí un fontanero no concibe dejar un arreglo a medio hacer porque ese codo que le hace falta un codo que no ha traído. Un operario no pierde el tiempo en una cadena de producción buscando entre un popurrí de herramientas la que necesita, porque dispone única y exclusivamente de aquellas que precisa, y no como en España, donde el trabajador dispone de todas menos la que requiere.
Por otro lado, nos encontramos con la administración pública. Los servicios que ésta ofrece son múltiples, y mal que nos pese, imprescindibles, tanto por aquellos asuntos competencia única y exclusiva de la propia función pública, como por la mediación que en otros menesteres le corresponde, de acuerdo a la objetividad, no siempre lograda, con que sirve a los intereses generales.
La masa funcionarial es grande, y sin embargo, todo el mundo sabe de un funcionario que no da un palo al agua, mientras en otros asuntos, especialmente los de ventanilla, la administración se ve claramente desbordada y la dotación de medios es claramente insuficiente; lo que pone de relevancia a su vez el incoherente reparto de presupuestos que entre sus servicios realiza.
Leído lo expuesto, se evidencia que la desorganización, es evidente. Habida cuenta del abultado trámite burocrático aún existente, a pesar de contar con innovaciones tecnológicas que podrían haber reducido el mismo hasta su práctica inexistencia, con toda la reducción de plazos y trámites implícitos, que no redundarían sino en una mejora de la eficacia.
Tanto el asunto de la producción en otros países, como la actividad de la administración pública, no son sino dos claros ejemplos, de la existencia del factor diferencial, que justifica tal disparidad entre el rendimiento real y el posible.
Indudablemente, la organización no es la panacea que va a acabar a título particular con todos nuestros males, ya que intervienen otros muchos factores, favorecedores y entorpecedores, así como variables, tanto internas como externas, que también se han de considerar, si bien, en esta consideración, volverá a entrar de nuevo la organización, ya que uno se debe adaptar a la situación, de cara a obtener el mayor rendimiento posible, de modo, que la práctica totalidad de elementos van a subyacer, ya tenga un valor positivo o negativo, a la labor organizativa.
Como quiera que tal vez lo expuesto, así en abstracto sea un poco difícil de digerir, procederé a su explicación gráfica con un ejemplo de lo que debería hacer un estudiante.
Cuando un discente inicia un curso, se enfrenta a una multitud de asignaturas, cada una con sus respectivos profesores, y cada uno de los cuales con sus requisitos y manías. Ante este panorama, que el alumno debe compaginar a su vez con su vida extra-aulas, ni el abandono, ni el dejarse llevar, ni el volcarse de lleno, son las actitudes más convenientes. No se debe renunciar en ningún caso a momentos de descanso, de ocio y tiempo libre, así como a la vida social, ya que estos elementos no sólo son convenientes, sino imprescindibles de cara a un óptimo rendimiento, pues tan importantes son los esfuerzos como los descansos.
En esta línea, procede la atención en el aula, absorber que es aquello que el docente quiere transmitir, así como aquello, que víctima del plantel de calificaciones en que nos encontramos, quiere oír.
Las horas de estudio, deben ser rentabilizadas. De poco sirve pasar una tarde entera en casa con la finalidad de estudiar, si el cómputo de trabajo efectivo ha sido de apenas un par de horas. Para ello, se debe disponer de un escritorio amplio, limpio, con una buena silla y ambos a la altura adecuada, con buena iluminación, sin ruidos, sin distractores, con todo aquello que vayamos a necesitar a mano.
Indudablemente, esto es muy fácil de decir y no tanto de hacer, valga por ejemplo el del estudiante que vive en el domicilio familiar, recluido en una habitación de 9 metros cuadrados, y convive con los juegos de sus dos hermanos pequeños, sin olvidarnos de la abuela un poco sorda que ve la televisión a todo volumen.
¿Qué hacer ante ésto? Pues que va a ser, organización. Si no tienes sitio, primero ordena tu cuarto, y si aun así la cosa no marcha, ve a una biblioteca. Si hay mucho ruido, prueba con tapones. Si no tienes tiempo, tal vez debas hacer un planning, reorganizarte... y ver menos Gran Hermano. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, y seguro que si hoy te aplicas, mañana tendrás tiempo libre.
Por último, y aunque tal vez me llames pesado, tan sólo darte un consejo: organízate.

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