Aunque la mona se vista de seda…

Entre otras tantas conversaciones en una agradable cena, surgió el tema de la conveniencia de las apariencias, tomando al respecto mi contertulia y yo diferentes posiciones. Su parecer era totalmente a favor de las mismas, y ratifico que predica magistralmente con el ejemplo, en tanto que el que firma la presente, es partidario de no darle a éstas más importancia de la que tienen, que para mí no sería a priori otra que su propia denominación, es decir, redundando, apariencias.
Más concretamente, el debate se inició a colación de la procedencia de la correcta uniformidad y aseo por parte de los agentes de policía, extremo éste en el que yo discrepé alegando que lo realmente importante era no tanto dicha uniformidad, absteniéndome totalmente de cuestionar la necesidad de la higiene, sino la profesionalidad y buen hacer. Mi opositora alegó que no eran factores incompatibles, de modo que lo más conveniente sería la convergencia de ambos aspectos. Yo rebatí, la profesionalidad y el buen hacer lo entiendo necesario, la uniformidad responde a un aspecto cultural, o dicho más llanamente con un ejemplo, esperamos que la policía vaya uniformada porque estamos acostumbrados a dicho uniforme, tal es así el arraigo, que la propia descripción del cuerpo incluye la condición de uniformado. Por un contrario, si de siempre la policía hubiera vestido como un paisano más sin indumentaria distintiva alguna, nuestra costumbre nos libraría del imperativo de dicho uniforme para reconocer una labor realizable perfectamente sin éste.
La conversación siguió sin aproximar posturas, y entre nuestros cruces de opiniones, apuntillé con una anécdota que viví en mis carnes cuando estando de cuerpo presente y de servicio en una intervención, el mando que allí concurrió me llamó al orden por no llevar puesta la gorra, circunstancia ante la que me quedé con las ganas de responderle que ojalá el mayor problema que tuviese la Policía Local fuera el que yo no llevase la guerra puesta. Huelga decir que tal parecer quedó para mí mismo, pues podré ser crítico pero no completamente insensato, pues reglamentariamente, mal que pese, me encontraba en fuera de juego.
De la estética policial pasamos seguidamente a cuestionar la de determinados sectores de la sociedad, cuya característica fundamental en términos convencionales sería el desaliño. Y más de lo mismo, que si las pintas son importantes, que si lo que prima es la persona.
He de confesar que en toda esta película hice en parte de abogado del diablo, pues como ser social que inevitablemente soy, fruto del condicionamiento al que como el resto de ustedes he estado sometido, me muestro proclive hacia un determinado canon estético. Si bien, sí quisiera plantear al respecto que tal vez proceda desprenderse de lo que nos ha sido inculcado porque sí, e intentar introducir un poco de reflexión al respecto. Subrayar el refrán que da pie al título del post, ya saben, aquello de que aunque la mona se vista de seda, mona se queda, o aquel otro dicho de las apariencias engañan. No considerar que la apariencia es clave, puesto que soy de la firme opinión de que la belleza está en el interior, y a lo que hay que atender es a la persona en sí, y no a lo que la envuelve.
Habrá casos donde se de la concomitancia entre aspecto y estereotipo al hilo (la creencia que el estereotipo constituye sería pequeño filón para otra entrada ya de por sí), pero también serán muchas las veces en las que ante una, tildemos desde una perspectiva convencional, persona de mejorable fachada, encontremos mentes dignas de admiración.
Todo lo aquí expuesto no es otra que mi humilde opinión, como siempre al respecto, si así lo tienen a bien, sus estimaciones serán igualmente bien recibidas.

Comentarios

José Miguel ha dicho que…
Yo estoy de acuerdo en que lo importante de las personas está dentro de ellas, y no en las apariencias que tienen.
Como supongo que a todo el mundo, yo preferiría que me atendiera un policía que lo hiciera eficazmente y con un aspecto no del todo perfecto a que lo hiciera otro policía con aspecto perfecto pero que dejara que desear en su profesionalidad.
Sin embargo, comprendo perfectamente que los soldados, policías, bomberos, etc. tengan unas normas estrictas en cuanto a su apariencia. Estoy de acuerdo en que así tiene que ser. Además de la profesionalidad, es exigible también la apariencia en estos casos, porque están dando una imagen a la sociedad, una imagen de seriedad y profesionalidad, (aunque no siempre tenga que corresponderse la apariencia con la profesionalidad auténtica).
Por otra parte, es una cuestión también de saber estar en sociedad. A una boda por ejemplo no vas a ir en chándal, porque aunque tú estés más cómodo, estás poniendo en evidencia a las personas que te han invitado.
Otra cosa es gente que va vestida de una forma un tanto estrafalaria pero sin comprometer a nadie, por la calle por ejemplo. A mí no me gusta llamar la atención, pero por otra parte también admiro a esas personas que tienen un estilo muy propio y diferente a los demás, y a las que les da igual lo que la gente piense de ellas.
¡Saludos!
ECO5 ha dicho que…
La mujer del César no sólo tiene que ser limpia sino parecerlo. Pero todo es relativo ¿no?
A ver si tienes suerte y puedes ver este enlace:

http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=553846&idseccio_PK=1007

Ah y ¡Feliz Navidad!
Bell fono 89308488 ha dicho que…
Indudablemente, sobre todo porque las apariencias engañan. Me quedo con lo que va por dentro y percibimos en la mirada, para mi, con eso basta.
A propósito, desde el otro lado del mundo me pregunto cómo terminó el debate acerca del uso de cascos por parte de la policía montada en España. Acá en Chile, para patrullar a caballo usan cascos, sin embargo, a raíz del accidente y posterior fallecimiento de una mujer policía en España, se hablada en la tele española, de esto como imposible, es más, lo encontraban antiéstetico siendo que es un importante tema de seguridad laboral.
Me alegro que se haya actualizado este blog.
Un saludo.