Prohibido estar triste por una rosa

Creo que está común idea, el hecho de que la vida no es un camino de rosas. Si bien, me voy a permitir la libertad de discrepar, pues yo sí que creo que la vida lo es, pero concibo el término en toda su amplitud, esto es, que no sólo de belleza y fragancia se trata, también hay espinas.
Así pues, siguiendo con la metáfora, podríamos definir nuestra existencia como un camino. En consecuencia, hay tantos caminos como vidas, cada uno con sus características. Más o menos generalizado es, que de pequeños, nuestros progenitores se encarguen de que no pisemos sino en pétalos de rosa, de modo que sea indiferente que vayamos descalzos o no, que caminemos con paso firme o que tropecemos, pues siempre caeremos en un mullido y fragante colchón.
A medida que vamos creciendo, va habiendo en nuestro camino menos y menos pétalos, van apareciendo las primeras espinas, rosas secas, rosas negras, empezamos a tomar conciencia de que el trazo de las vías por las que marchamos no es regular, y pronto advertimos que no sólo es que haya espinas, sino que acabamos dándonos cuenta de que los pétalos vienen de los rosales que hay a ambos márgenes, también son bonitos y huelen bien, pero no son sino auténticos zarzales en los que más vale no caer, y en los que si uno se enreda mucho, empieza a ser muy difícil salir. Depresión.
En consecuencia, uno tiene que saber elegir que parte del camino es la más limpia, la más mullida, la que más pétalos y menos pinchos tiene. La que mejor huele. Hay que saber orientarse cuando nos encontramos una bifurcación, sobre todo cuando ésta no tiene carteles que nos indique.
Por herencia hay, hay quienes en lugar de caminar, circulan por autopistas de rosas. En el otro extremo, están aquellos a quienes apenas se les ofrece un sendero de flores secas. La gran mayoría, transitamos por los referidos caminos, y de nosotros en mayor medida, más que de acusar todo a cuestiones de terceros, depende que caminemos sin pena ni gloria por el camino, que en ocasiones viajemos por autopista o por sendero, o que de manera definitiva nos metamos en una de estas rutas.
Lo que menos perdón tiene, es ir por sendero sin tener por qué, o pudiendo, no viajar por autopista porque es muy cara.
Cuando uno camina, tiene que ir atento y disfrutar del paseo. Si se cae, si pincha, pues lo que tocas es levantarse, curarse, y sin llegar al absurdo, pues mejor opción es el reír que el enfadarse. Lo importante, es aprender e intentar no volver a lastimarse.
Y si las circunstancias nos van llevando hacia los peligrosos bordes, ¡cuidado! Endereza tu rumbo cuanto antes, no te acerques demasiado no te vayas a enredar, y maldito sea el traspiés que a la zarza te tire, pero si caes, sal, y si el leñoso espino te atrapa, cautela a como te zafas, porque en ocasiones lo que haces es enredarte más. Lo mejor, pide ayuda, y no tiene por qué ser al primero que pase, pues si eres capaz de abrir bien los ojos, será cuando veas que por el camino, no andabas solo. Disfruta de las rosas más frescas.

Comentarios