¿Por qué no te callas?

No es ajeno a nadie, ya no sólo en España sino posiblemente en todo el mundo, el hecho de que el pasado viernes, día 09 de noviembre de 2007, en la XVII Cumbre Iberoamericana el Rey instase a callar a Hugo Chávez.
La escena, descrita a continuación muy brevemente, no fue otra que continuas descalificaciones por parte del presidente venezolano Hugo Chávez en su turno de palabra, contra el expresidente español José María Aznar, a quien tachó repetidas veces de fascista.
Ante tales circunstancias, el actual presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, exigió respeto hacia Aznar, ya que éste había sido elegido por todos los españoles. Como quiera que mientras estos argumentos se producían, Chávez no hizo sino interrumpir continuamente, el Jefe de Estado, Juan Carlos I, de manera visiblemente irritada se dirigió al folclórico mandatario diciéndole: "¿Por qué no te callas?".
Instantes después al incidente, cuando el presidente de Nicaragua en su turno de palabra criticó a algunas empresas españolas, el Rey abandonó su poltrona y se ausentó de la sala.
De esta circunstancia se han hecho eco todos los medios de comunicación, siendo del mismo modo, algo que ha estado en boca de todos los españoles, siendo las opiniones al respecto de muy distinto calado.
El espíritu de la siguiente entrada, no es pronunciarse ni a favor ni en contra de la monarquía, ni de ningún partido político, si no aprovechar la coyuntura para verter mi opinión sobre como se deben afrontar situaciones de ésta, o similar índole, y por extensión y remate al tema, comentar al hilo la actuación del monarca.
En cualesquier situación problemática, comprometida, discusión, etc., se debe intentar coger distancia a ésta y actuar respecto a la misma del modo más frío posible, evitando perder el control y tener actuaciones inapropiadas, tales como alzar la voz, faltar el respeto, insultar, pretender ser hiriente... o según los términos, levantarse de la silla, coger la puerta y marcharse.
Alterarse, en la mayor parte de las ocasiones no nos va a conducir más que a una excesiva implicación, lo cual, presumiblemente conllevará nuestro cambio de perspectiva respecto a la situación; considerando la misma mayormente como un ataque personal en lugar de como algo sobre lo que hay que tratar, estando en todo momento por encima de todo tipo de comentarios, para proceder a la objetiva consideración de los mismos.
En ningún caso se debe, ni entrar en el plano de las desconsideraciones personales, y esto es ni sintiéndose ofendido por las descalificaciones recibidas, ni poniéndose a esa misma altura entrando en una dinámica que a ningún buen puerto conduce.
Guardarse la vehemencia para otros menesteres y abstraerse del conflicto, resulta muy fácil de decir, pero no tanto de hacer. Intentar plantear cuales serían las actitudes correctas, no sería sino un despropósito por mi parte, ya que el abanico de situaciones factibles desborda a la más ocurrente de las mentes.
Además, cabe señalar que no se puede pretender actuar como no se es, ya que el comportamiento es inherente a la personalidad de cada uno. Intentar copiar según que contestaciones o gestos exitosos observados en terceros, puede ser un arma de doble filo que nos lleve a caer en un absurdo. Valga de ejemplo práctico, sólo que en sentido contrario, advertir como el mismo chiste contado por uno hace que todo el mundo se parta de risa, mientras que en boca y cuerpo de otro, es la más grande de las sosadas.
Así pues, intentar establecer una serie de pautas que sean la panacea de cara al saber estar, es harto difícil por no decir imposible. Tan sólo, abogar por una actitud general de calma, pausa, abstracción y control de la situación. La adaptación concreta al hecho que nos ocupe llegado el momento, únicamente dependerá de cada uno.
En lo que a la intervención y posterior gesto del Rey en la referida cumbre, pues indicar que mi opinión al respecto es de total rechazo. La posición que ocupa, y consiguiente rol que desempeña, habida cuenta de los escenarios en que su actividad se desarrolla, le imposibilitan tales comportamientos.
Constantes son las salidas de tono del Sr. Chávez, por las cuales es continuamente criticado, como para ponerse a su altura y discutir como en el patio de un colegio, incluyéndose hasta la pataleta.
Suficientemente se desprestigia el mandatario venezolano con sus conocidas excentricidades y políticas dictatoriales, aunque le guste definirse como todo lo contrario, como para descalificarse uno mismo, y por extensión a aquellos que representa, sintiéndose ofendido por la demagogia de éste y entrar en el juego de las inapropiadas reglas que él establece. ¡Ofende el que puede, no el que quiere!
Indiscutiblemente que procedía recriminarle por su discurso, pero nunca en esos términos. Cómo hacerlo: señalando con total corrección el malestar causado y lo inapropiado de su intervención.
En esta vida hay incluso de las malas experiencias hay que sacar lo más positivo. De este modo, que los hechos que han originado este post sirvan para aprender lo que no hay que hacer.

Comentarios

José Miguel ha dicho que…
Sobre este tema, pienso que no debe considerarse fuera de lo meramente anecdótico. Si el presidente al que el rey alude hubiera sido otro más serio, y no Chávez, el incidente sí que habría sido más serio. Sin embargo, tratándose de Chávez, el asunto más parece algo divertido y simpático que algo sobre lo que preocuparse.
Por lo tanto, pienso que no es necesario llamar a nuestro embajador a consultas, ni siquiera emitir ningún comunicado de protesta. Ha pasado lo que ha pasado y ya está. Y digo esto sin ser yo precisamente un defensor de la monarquía, sino más bien todo lo contrario.