Libertad es algo más que hacer lo que se quiere

Estaba leyendo hoy en el blog de José Pisa, Alma y psique, la entrada titulada La libertad humana, cuya consulta recomiendo, la cual me ha recordado el trabajo que conjuntamente con mis compañeros y amigos de la Facultad de Educación, Iván Andreu y Silvia Pallarés, hiciéramos respecto al valor libertad.
En dicha publicación se recogían varias teorías y definiciones del concepto, una contextualización... siendo a mi juicio lo más importante del mismo, la reflexión final que hicimos al efecto y que como esencia del trabajo aquí dispongo para su consulta:

Cuando nos referimos a la libertad, hacemos mención a un valor que se extiende en múltiples dimensiones y ámbitos. La libertad incide sobre la capacidad para pensar, expresarse y actuar de manera totalmente no restringida, bien por limitaciones propias, o bien por limitaciones externas.
Las sociedades democráticas, bajo las cuales sus integrantes se definen como libres, determinan una falsa libertad, ya que desde el mismo momento en el que hay una jerarquía y una regulación mediante constitución, leyes o cualquier otra norma, con potestad sancionadora y punitiva, o cualesquiera otra que pueda suponer una coacción, la libertad no existe.
Por otro lado, nosotros mismos nos imponemos restricciones, pues o bien por nuestra conciencia moral, que nos indica que comportamientos son adecuados o no, o bien por el miedo a una no aceptación social o simple reducción del número de interacciones con otros miembros, motivo por el cual descartamos un elevado volumen de actitudes o acciones.
Ante esta autolimitación, cabe plantearse hasta que punto el carácter de ésta es interno, pues sin duda, nuestra actual naturaleza y conciencia de ser social, se ha forjado por una innumerable relación de correcciones e indicaciones de nuestro comportamiento, conformes al comportamiento que la propia sociedad establece, que con el paso del tiempo hemos asimilado y asentado como razonamiento propio.
Así pues, se podría decir que en la actualidad, el único aspecto en el que se dispone de total libertad es en el ámbito cognitivo. Cada uno puede pensar lo que quiera, realizar su propio enfoque o divagar o llevar al nivel de abstracción deseado cualquier realidad o ilusión. Si bien, es tal la limitación de libertad que existe, que en múltiples casos ni siquiera comentamos aquello que pensamos.
Ante tal situación, cabe pensar que la plena libertad no podría darse más que en dos ámbitos, o bien totalmente apartado y desvinculado de la sociedad, o bien en una sociedad anárquica.
En el primer caso se consigue la libertad al alejarse de todo aquello que puede imponer restricciones. Si uno está solo, todos sus actos dependen únicamente de él mismo, al tiempo que este "él mismo", constituye el único ente ante el que hay que responder de los actos, lo cual se entiende no es necesario, y por consiguiente conlleva la disposición de una total libertad.
En el supuesto de una sociedad anárquica, cada uno podría hacer, decir o pensar lo que quisiera. Hay que imaginar para ello una sociedad sin nadie al poder, sin dirigentes, sin normas, leyes, reglamentos, ni costumbre; sin cárceles, sin restricción de derechos, sin multas y sin sanciones, un lugar en el que cualesquiera que sea la conducta no exista consiguiente consecuencia ni represalia. Para que la convivencia en estos términos fuese posible, cada una de las individualidades que la componen deberían atesorar un asentadísimo civismo, así como respeto e indiferencia hacia los otros, extremos estos que debería atesorar cada uno de manera propia, innata si cabe, lo cual concreta que la total libertad, sin restricciones de ningún tipo, no es sino una utopía.


BIBLIOGRAFÍA

FROMM, E. (1947). El miedo a la libertad. Barcelona, Paidós.
FRONDIZI, R. (1997). Introducción a los problemas fundamentales del hombre. Madrid, Fondo de Cultura Económica.
HÖFFE, O. (1994). Diccionario de Ética. Barcelona, Crítica. p. 176-179
IZUZQUIZA, I. (2000). Caleidoscopios: la filosofía occidental en la segunda mitad del siglo XX. Madrid, Alianza Editorial.
LOBO BUSTAMANTE, J. L. (2004). Libertad y responsabilidad en el tiempo libre: estrategias y pautas para padres y educadores. Madrid, Pirámide D. L.
SAVATER, F. (2003). Los caminos para la libertad: ética y educación. Madrid, Cuadernos de la Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey.

Comentarios

José Miguel ha dicho que…
Muy interesante este artículo sobre la libertad.
Desde un punto de vista abstracto, sí que estoy de acuerdo en que la libertad conlleva una forma de actuar totalmente no restringida. Sin embargo, si lo vemos desde un punto de vista más práctico, podemos pensar: ¿y para qué quiero yo esa total ausencia de restricciones? Por ejemplo, la sociedad no nos "permite" salir un lunes a la calle disfrazados de astronautas pero, ¿para qué quiero yo hacer eso? ¿seré más feliz?
¿estaré más realizado?.
Por otro lado, nuestra naturaleza humana no nos permite hacer todo lo que queramos, no podemos volar o correr a 150 kms por hora, pero no tenemos que lamentarnos porque no podamos hacer eso.
Sí que es preocupante la imposición de límites cuando éstos no son naturales y nos entorpecen en la búsqueda de nuestra felicidad: coacciones políticas, estar demasiado condicionados por nuestros instintos...etc.
Con respecto a la libertad en el ámbito de nuestros pensamientos, quiero recordar que los cristianos no tienen dicha libertad ("he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión", dice una oración). El cristiano puede pecar de pensamiento, por lo que deberá evitar ciertos pensamientos concretos. Yo creo que este punto de vista está totalmente superado, y así, cualquiera puede pensar lo que quiera, pues los pensamientos aparecen sin que los busquemos, con la condición de que luego no se pongan en práctica aquéllos que no procedan (de envidia, de odio...etc.)
Unknown ha dicho que…
Al leer este artículo no puedo evitar hacerme una pregunta: ¿realmente existe la libertad cognitiva?. Pues como dice José,en el caso de los cristianos el hecho de pensar algo "inadecuado" ya supone un pecado.

Pero no sólo las personas que pertenecen a esta religión se han encontrado con tales restricciones.

Todos nosotros, en mayor o menor medida, hemos ido interiorizando lo que nuestra sociedad considera bueno o malo y cuando nos sorprendemos pensando algo que "no deberíamos", nos suele invadir un sentimiento de culpa: "¿Cómo he podido pensar algo así?" nos preguntamos.

No obstante no considero que este hecho sea negativo siempre y cuando los valores que nos inculque nuestra sociedad se basen en el respeto hacia los demás.

La libertad de un individuo acaba donde empieza la de otro.
Creo que es importante recordarlo siempre y hacer lo posible por concienciar a las próximas generaciones de que el respeto al prójimo debe ser uno de los principios básicos que rija su vida.