Luchar por no estar vacío

Me puedo atrever a aseverar que hoy nuestra sociedad camina sin rumbo fijo. Siendo a mi juicio varios los gérmenes que se suman en este mal.
Sin duda alguna, hoy por hoy los jóvenes carecen de modelos sólidos, coherentes. Las personas que despuntan en la sociedad son en mayor parte entes sin fondo. Les basta con dar con gracia patadas a un balón, cantar rendidos al estilo comercial o protagonizar la peli de moda, tercera de una saga de argumento decreciente, para encumbrarse en el euro, la fama y gozar de prestigio en todos los sentidos. Siendo aún peor aquellos casos en los que el éxito viene o pretende mantenerse tan sólo de liarse con uno o con otro y de airear estos menesteres junto con los trapos sucios del personal en programas por desgracia, con jugosos índices de audiencia.
A esta ausencia de iconos en los que fijarse, se une el hecho de una educación muy olvidada en el aspecto moral, donde la educación en valores redunda por su ausencia, y la cual, en la mayoría de los casos, no se ve muy reforzada en el ambiente familiar.
En consecuencia, los niños pasan a ser adolescentes, estos luego a jóvenes y finalmente a adultos, navegando por un mar de tempestades carente de faros que les orienten en su rumbo. El botellón, las drogas y las malas compañías no son la causa de los males de la juventud, sino las consecuencias de dicho bagaje a la deriva, donde las actividades referidas se constituyen como islotes donde encontrar una pseudoidentidad.
La mera aglutinación de saberes, muchas veces realizada con el mero afán de cubrir un expediente o forjar currículum, nos lleva de ningún sitio a casi ninguna parte. El verdadero y único camino se encuentra en forjar personas, auténticas entidades con criterio propio, espíritu crítico, capacidad para razonar y argumentar, resolver problemas, inteligencia emocional, provistos de herramientas, con una fuerte personalidad rica en valores.
Para ello se precisa un cambio en el sistema que lamentablemente no se va a producir, pero eso no quita para que cada uno pueda a nivel personal enmendar esta dinámica. Cambiar los ratos de televisión por lectura. Cuestionar y contrastar aquella información que nos llega. Esforzarse por ser mejor persona, impulsar el civismo. Cavilar sobre todas aquellas situaciones de las que tengamos conocimiento. ¡Y ojo porque hacer esto último bien no es nada fácil! Sólo así, emprenderemos un camino hacia la configuración de personalidades llenas, y por consiguiente, a la constitución de una sociedad mejor.

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