Fracaso no significa hundimiento

Es importante en esta vida tener siempre metas que alcanzar y fijarse objetivos que nos alejen del sedentarismo. Esta actividad inyecta un ánimo, una sensación de sentirse vivo, de no haber tocado techo, de continuar evolucionando y progresando, de ser una persona que sigue creciendo y enriqueciéndose.
Esta dinámica es importante en cualquier etapa de la vida, y si bien es cierto que los niveles de acción que cada persona demanda son inherentes tan sólo a uno mismo, las inquietudes van in discrescendo a medida que se avanza en edad.
El porqué de ésto parece deberse a dos factores principalmente, el primero de ellos sin duda el inevitable apagado que la madurez y posterior envejecimiento conllevan, y con ello va de la mano el descenso de actividad, mientras que la otra circunstancia que redunda en el sosiego, es sin duda la consecución de logros. Esto es, a medida que una persona va alcanzando aquellas metas que se propone, vuelvo a reiterar, muy distintas éstas en función de las características de cada uno, la calma va llegando e instalándose hasta el punto de dar por bueno lo conseguido y optando por dejarse llevar por la rutina y no ansiar nada más.
Por otro lado, el fracaso ante lo propuesto, puede implicar una frustración al respecto, generándose en ocasiones, además de la consiguiente decepción y malestar, una disminución de la autoestima, y en algunos casos, incluso depresión.
Como ocurre en muchas de las situaciones de la vida, precisamente aquellos que más involucrados están en ellas, son los que menor objetividad sobre las mismas atesoran, buscando en la mayor de las veces agentes culpables, generándose en el peor de los casos sentimientos de autoculpa.
Indudablemente, esta dirección no lleva el rumbo más conveniente. En consecuencia, uno debe hacer lo posible por abstraerse de la misma y sopesar sus variables, analizando éstas para intentar concluir del modo más efectivo y positivo. ¿Acaso imaginan ustedes a un atleta que por no ganar una prueba abandonase su carrera deportiva?
Allí donde el éxito no llega, no cabe otra opción que el análisis de la situación, la concienciación, el esfuerzo y la superación. Considerar del modo más frío y objetivo el extremo, o extremos, que provocaron la no consecución de logro, y afrontar su superación de un modo eficiente. La actitud contraria al respecto, no es sino fuente de una espiral hacia la decepción.
Síntoma inequívoco de la inteligencia es la capacidad para adaptarse al medio. En consecuencia, y con todo considerado, habrá que convenir como actuar: mayor inversión de recursos, elaboración de una planificación previa, optimización del tiempo empleado...
En cualquier caso, se debe mantener la confianza en uno mismo. No puede tener cabida el venirse abajo porque algo no se haya desarrollado como uno esperaba; más se perdió en Cuba y vinieron cantando. No conseguir algo a la primera no es sinónimo de imposibilidad para ello, hay otras opciones que el abandono o la pasividad, líneas éstas a evitar, ya que indudablemente no harán sino generar y acrecentar el sentimiento de frustración. Todos necesitamos descansar, tomarnos un tiempo, pero ello no puede significar asentarse en la inoperancia. Ante el fracaso sólo cabe el sobreponerse y volver a la carga con energías renovadas, porque el éxito, sí es posible. Lamentablemente nadie dijo que la vida fuese fácil, pero sí que podemos hacer que sea bella. Siempre alta la autoestima, el optimismo por bandera. Haz que la felicidad llame a tu puerta y se quede a vivir contigo.

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