La motivación que nos mueve

Etimológicamente, motivación proviene de motio, o séase, movimiento. Así, en consecuencia podríamos definir la motivación como la causa de que un determinado individuo actúe de una determinada manera. Se trata ésta en consecuencia, de una variable de trascendental importancia en la vida de las personas, pues será la que determine el espíritu con el que nos enfrentaremos a las tareas.
La motivación tiene dos componentes, uno intrínseco y otro extrínseco. El primero se acota en la interioridad de cada uno, y viene determinado por las particularidades de cada persona. El segundo hace mención a aquellos factores externos que en distinta medida también influyen a generar ese impulso, ese movimiento.
En este sentido, ante el dilema de si la motivación está en el individuo o por un contrario está en la tarea, la respuesta es tan sencilla como el hecho de la no existencia de la misma, o dicho en otros términos, la motivación en unos casos dependerá del individuo, y en otros de la tarea. Es decir, como consecuencia de tales aspectos internos y externos, la motivación se configura como un complejo tema en el que no existe una receta tipo que asegure la motivación de todos los sujetos en cualquier tipo de tareas.
La motivación es multidimensional, y en ella tienen lugar procesos cognitivos, afectivos y conductuales, los cuales se asientan en tres grandes pilares: creencias, razones y reacciones.
Respecto a las creencias juega un papel fundamental la autoestima, el autoconcepto. La fe en las propias capacidades, y en consecuencia, acerca de lo que se puede hacer o no. En esta línea, una tarea que conlleve una carga de trabajo que el sujeto considere muy por encima, o por un contrario muy por debajo, de su nivel de competencia, generará desmotivación. Cuánto más se adecue la tarea a la capacidad del individuo, a priori, más motivante será ésta.
En lo que a las razones se refiere, el individuo tiene que encontrar buenos argumentos no sólo para iniciar la tarea, sino también para seguir con el acometimiento hasta el final. Si el desempeño es fruto única y exclusivamente como consecuencia de una petición, obligación, etc. el nivel motivacional se verá notablemente minorado. Este supuesto encajaría perfectamente con el de aquellas personas que no encuentran sentido al trabajo que realizan, y acaban cumpliendo con el mismo por cuestiones meramente económicas.
El último aspecto, el de las reacciones, término que hace mención a aquellas acciones concretas que puedan conllevar que el individuo siga o abandone con la actividad. Muy brevemente, si tras un gran esfuerzo alguien obtiene un resultado mediocre, felicitar centrándose en aspectos positivos como el empeño mostrado sería una acción motivante, mientras que centrarse única y exclusivamente en el producto sería, posiblemente, una acción desmotivante.
Así mismo, cabe señalar que la motivación tiene, podríamos decir, tres momentos. Un momento de activación, uno de dirección y otro de persistencia, que no son otros que en que determinado instante un sujeto se siente impulsado, en que sentido apunta tal impulso en términos positivos, ya que si no hablaríamos de desmotivación, y que intensidad y resistencia tiene a la desaparición.
No obstante, sin perjuicio de querer contradecir lo señalado anteriormente respecto a la imposibilidad de la existencia de la receta, atendiendo especialmente al carácter intrínseco de la motivación en la persona, sí que parece posible señalar ciertas claves en las que tiene cabida, cuando menos, el calificativo de incentivantes.
De esta manera, aspectos motivantes de cara a cualquier empresa será que existan buenas razones para el emprendimiento de la misma, que exista un reconocimiento y aprobación de la labor realizada, y por extensión recompensa por la misma, que el clima, tanto por medios, infraestructuras, como el personal principalmente, en el que se desarrolle la acción sea agradable, acogedor, que existan apoyos, que la persona se sienta involucrada y parte importante del proyecto, que la tarea a abordar suponga un reto para la persona, y sea de por sí un nuevo objetivo en el que la innovación tiene cabida y un proceso en el que se aprehenderá aprendizaje, que los errores sean siempre nuevos, y en consecuencia se adviertan como capacidad de trabajo y no de incompetencia, que la directrices sean claras, que exista una referencia, un modelo a seguir, y que el volumen de trabajo sea razonable y acorde a la capacidad de la persona, para evitar con ello indeseables situaciones de estrés.
Personalmente, me cuesta creer que si en un ambiente laboral se dieran todas estas premisas, habría personas no motivadas. Lamentablemente, la norma hoy en día se rige por el consumismo y lo pragmático, razón por la cual la empresa sigue centrándose en la producción mecánica y máximo rendimiento, lo que supone desoír las necesidades de la persona. Ante posibles casos de desmotivación personal, resultaría conveniente en primer lugar, como para prácticamente cualquier situación problemática en esta vida, intentar abstraerse al máximo de la situación para analizarla pormenorizadamente con la mayor objetividad posible y concluir las posibles causas de esa situación personal. El segundo paso, sería afrontar el problema, lo cual iría desde proponer situaciones de cambio, señalar aquellos aspectos susceptibles de mejora u optimización, presentarse de cara a una posible promoción, etc. En definitiva, incidir sobre el asunto en cuestión, y valorar a posteriori el resultado obtenido, para considerar así ulteriores posturas, pero siempre, tras una profunda cavilación al respecto.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Gracias por tu interesante artículo.
Personalmente me suponen problemas graves la procrastinación, palabra tan de moda últimamente, y la "innercrastination" (por ejemplo por ver e-mails continuamente o foros mientras trabajo), ¿qué opinas sobre eso y cómo se puede solucionar?
¿Es la desmotivación producto de la procrastinación o viceversa? ¿Quizás se alimenten una a la otra?
Saludos
José Miguel ha dicho que…
En primer lugar, me gusta el título del artículo: "La motivación que nos mueve". Es verdad que toda acción que llevamos a cabo tiene un motor detrás, ya sea más o menos explícito para nosotros mismos.
Según aparece en las películas, para culpar a alguien de asesinato, entre otros factores debe explicitarse siempre un móvil. Esto quiere decir que nadie mata porque sí. Por extensión, nadie actúa porque sí, siempre hay detrás un móvil. Sin él, no moveríamos un dedo, literalmente.
La motivación es clave en la vida. Es un muelle invisible que nos hace saltar poniendo nuestros mejores esfuerzos en la tarea. La depresión puede compararse con cortar el muelle. De repente, nada mueve, nada motiva, nada es resorte para nuestra actividad y quedamos en la inacción y el vacío existencial.
Desde luego, como se dice en la entrada, un factor esencial en la motivación es la obtención o no del premio que esperamos al aplicar el esfuerzo. Lo mejor que le he oído decir nunca a Aznar (creo recordar que citaba a un poeta, sin embargo) es que cuando el esfuerzo es improductivo se produce un estado de frustración en el sujeto. Ese resultado insuficiente mina la consideración que tiene la persona acerca de su propia capacidad de lograr sus deseos.
En relación a la motivación en el mundo empresarial, debo reconocer que nunca entenderé el ninguneo al que muchas empresas someten a sus empleados. Creo que es elemento competitivo de primer orden en una empresa mantener a la plantilla contenta y motivada.
Decir también con respecto a la diferenciación entre motivación intrínseca y extrínseca, que al final toda motivación queda reducida a la intrínseca. Por ejemplo, por mucho que un policía quiera motivar a un conductor a no cometer exceso de velocidad amenazándole con multa, si al conductor en cuestión le sobra el dinero, esa motivación extrínseca poco efecto va a tener: no será asumida como propia por el conductor. En la escuela ocurre lo mismo, por mucho que el maestro motive al alumno, si el alumno pasa de todo, va a ser difícil sacar algo positivo.
Enhorabuena por el artículo.